La verdad sobre el caso Harry Quebert, de
Joël Dicker, es una novela de suspense a tres tiempos -1975, 1998 y 2008- acerca del asesinato de una joven de quince años en la pequeña ciudad de Aurora, en New Hampshire. Quién mató a Nola Kellergan es la gran incógnita a desvelar en esta incomparable historia policiaca de la narrativa extranjera, cuya experiencia de lectura escapa a cualquier intento de descripción. El mayor fenómeno editorial de los últimos años: un joven suizo de 27 años con un thriller monumental, literariamente adictivo. La novela ha ganado el Premio Goncourt des Lycéens, Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa. Joël Dicker nació en Suiza en 1985. Su primera novela, Los últimos días de nuestros padres, resultó ganadora en 2010 del Premio de los Escritores Ginebrinos. La verdad sobre el caso Harry Quebert, descrita como un cruce de Larsson, Nabokov y Philip Roth, ha recibido el favor del público y de la crítica más exigente. Su traducción a treinta y tres idiomas la confirma como el próximo fenómeno literario global. En 2008, Marcus Goldman, un joven escritor, visita a su mentor -Harry Quebert, autor de una aclamada novela- y descubre que éste tuvo una relación secreta con Nola Kellergan. Poco después, Harry es arrestado y acusado de asesinato al encontrarse el cadáver de Nola enterrado en su jardín. Marcus comienza a investigar y a escribir un libro sobre el caso. Mientras busca demostrar la inocencia de Harry, una trama de secretos sale a la luz. La verdad sólo llega al final de un largo, intrincado y apasionante recorrido.
Existe un refrán en español que dice “Más vale caer en gracia que ser gracioso”, algo que es aplicable y que podemos ver en muchos aspectos de la vida y que, por supuesto, también sucede en el mundo de la literatura. No sé muy bien por qué, pero hay libros que sin ser nada del otro mundo acaban convirtiéndose en el éxito editorial del mes, del año o de la década. El caso que nos ocupa es uno de ellos. Además el autor puede presumir de haberse llevado innumerables premios y ha sido traducido a innumerables idiomas. OK, hasta aquí no tengo nada que argumentar, el fenómeno Cincuentas sombras de Grey ha pasado por un proceso similar y no deja de parecerme una mierda pinchada en un palo. Para gustos colores.
Debo de decir que el libro se lee bien, es de lectura ágil, los continuos acontecimientos te hacen querer leer más y más y, además, el autor consigue hacer interactuar a tantos personajes que la obra se lee en un plis plas. Ante esto, poco que oponer. Pero claro te pones a intentar analizar el argumento y la cosa se te escapa entre las manos de forma irremediable sin entender muy bien qué cojones está pasando. Y eso es algo que viene dado por culpa del propio autor.
Cualquier lector de novela policíaca sabe que en este tipo de obras hay giros argumentales que hacen recaer las sospechas del lector en diferentes personajes a lo largo del texto, es algo inherente al género. La clave está en que el autor debe hacerlo de forma sutil, coherente y sin convertir su novela en un caos. Y eso es lo que no consigue Dicker, da tantos giros, tantos cambios bruscos a los acontecimientos narrados, que el lector acaba por aburrirse y desear que se acabe el libro de una puta vez, completamente agotado. Es imposible llevar un conteo exhaustivo de todos los cambios argumentales, giros, esquinazos y trampas que hace el autor de La verdad sobre el caso Harry Quebert. Es como una montaña rusa de dimensiones gigantescas. Y este es uno de los argumentos para pensar que la novela es una enorme sátira. Una sátira que intenta burlarse del mundo editorial, que intenta reclamar la independencia del escritor sobre todo lo que rodea a la literatura actual y que nos muestra una realidad llena de farsas y espejismos a todos los niveles: jurídicos, periodísticos, personales,…
Si tuviese que resumir el libro lo haría diciendo que es una conjunción de ideas sacadas de la Lolita de Nabokov , el Twin Peaks de David Lynch, la Psicosis de Bloch (o de Hitchcock, lo dejo al gusto de cada cual) y el Asesinato en el Orient Express de la señora Christie. Lo aderezamos todo con un cierto toque esperpéntico y tenemos el libro de marras. Y así, con esta mezcolanza de ideas, junto a una serie de consejos sobre como escribir libros, vamos avanzando en una historia de amor entre un adulto y una adolescente que nunca llegamos a saber si se consuma (hablamos de sexo) y en la que nada es lo que parece ser. Pero si tengo que destacar un aspecto negativo de la historia es que existen ciertos pasajes que no sé qué cojones pintan en el libro. No entiendo qué necesidad hay de meter al psiquiatra por en medio, igual que no entiendo cual es la necesidad de los diálogos estúpidos entre el protagonista y su madre, ni las constantes reiteraciones en algunos pasajes, salvo que, como dije antes, todo sea una sátira de dimensiones descomunales. Es cierto, que el libro entretiene, pero se hace incomprensible que se le intente dar una calidad que, para mí, no tiene ni de lejos. Porque como libro serio resulta un sinsentido absoluto: los personajes son irritantes (lo de Nola lo dejé por imposible a mitad de libro), por no decir que algunos parecen recién salidos del Cottolengo, los textos de la teórica gran novela “Los orígenes del mal” parecen sacados de la saga Crepúsculo, muchas de las situaciones parecen excesivamente forzadas y otras son, simplemente, absurdas. Y eso sin contar los continuos flashbacks que el autor va introduciendo en la narración para situarnos en cuatro o cinco temporalidades diferentes (aunque la sinopsis diga que son tres, no es cierto), y que no hacen más que ir mareando al ya de por sí descolocado lector.
Reincidiendo en lo de antes, si nos tomamos el libro como algo humorístico, probablemente tenga su gracia. Si nos lo tomamos como una novela policíaca, más de uno se va a sentir muy defraudado.
http://rosmar71.wordpress.com/2014/10/0 ... el-dicker/