El delirante debate sobre el 'antifallero'
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¿Escribes poemas de amor en la soledad de tu habitación pero luego no quieres besar a una chica? Sorprendió que miles de personas salieran la semana pasada a protestar contra los recortes y la gestión de nuestros políticos y decidieran gritar alto y fuerte pero al aire: durante la Cridà, sólo un día después de una manifestación multitudinaria,
no se escuchó un sólo silbido. Estaban Rita Barberá y Alberto Fabra, sonrientes, a escasos metros de la gente? y no ocurrió nada. Nadie dijo nada a la cara.
Por eso, la idea promovida desde las redes sociales de pitar durante la mascletà parecía lógica. ¿Dónde mejor? De inicio, la pólvora venció a los gritos pero con el paso de los días la temperatura está comenzando a subir. Cada vez protesta más gente durante los disparos y los políticos (de todo signo) han comenzado a hacer sus valoraciones. Pero lo peor es que esa absurda idea de que existe una diferencia entre falleros y vecinos (¿no se crearon las comisiones, precisamente, para unir a los vecinos con una idea de desarrollo común? ¿acaso no son la misma cosa?)
está derivando en un fenómeno todavía más delirante: el antifallero. Y son, vaya, los propios falleros los que creen saber qué es lo bueno para todos los demás.
Las Fallas, fiesta que se pretende viva, popular y abierta, no se desarrolla en una realidad paralela. Las Fallas no pueden ser ajenas a lo que ocurre. Por supuesto, nadie quiere altercados, golpes o insultos. Por supuesto, todos tienen (tenemos) derecho a frivolizar de vez en cuando y disfrutar de la fiesta, sin más.
Todos tenemos derecho al respeto. Pero instrumentalizar así la fiesta es contraproducente: no existe una sóla forma de ser 'buen fallero'. Y un buen fallero, si quiere, también puede decir que no todo es como debería ser.
1. El balcón del Ayuntamiento se ha convertido en un lugar de clara reivindicación política: es el palco perfecto para dirigirse al votante. La sempiterna presencia de la alcaldesa en la mascletà no es casual ni exclusivamente festiva. ¿Cómo no protestar en fiestas si el político decide utilizarla como escaparate? Mientras la izquierda se ha enmarcado en una suerte de "intelectualidad fallera" que no siempre conecta con el festero de a pie, la derecha las ha asumido como suyas, populares y bombásticas. Han trasladado su modelo de crecimiento (ahora insostenible) a la fiesta. Que ha conseguido, sí, muchas cosas positivas: las Fallas son un importante motor económico y turístico, se han convertido en una canción que suena en los 40 Principales, ha multiplicado su presencia. Pero que pone de manifiesto que el reflejo político es evidente en cada acto pretendidamente tradicional o, por ejemplo, en un modelo de subvenciones públicas que beneficia al monumento más grande y la comisión con más opciones. Claro que la fallas son políticas. Por los dos lados.
2. Las Falleras Mayores denuncian que los gritos comienzan a girarse contra ellas? pero olvidan que, como 'reinas' festeras del resto, no deberían tomar partido y aceptar que, el que quiera, puede protestar.
La Fallera Mayor es de todos y no puede limitarse a sonreír. Cualquier otra cosa evidencia todavía más que su papel es el de representante meramente visual, estético. Y olvidan que gozan de privilegios oficiales (coches y trajes pagados con dinero público) y forman parte de una Junta Central Fallera con miembros del gobierno. Están metidas, aunque sea de forma indirecta, en el juego político.
3.
¿Dónde está la supuesta crítica fallera? Si la fiesta coge lo malo, la polémica, el conflicto, y lo ridiculiza en cartón para luego quemarlo ¿cómo puede entonces permanecer ajena a todo lo que ocurre en estos tiempos de crisis? Una anécdota ocurrida el año pasado evidencia que las Fallas ya no son una amenaza para el poder: durante la visita de Mariano Rajoy a una comisión de Especial se retiró un ninot que aludía al ahora presidente de forma directa. Esto es: politización (de nuevo) y carencia total de crítica.
Por supuesto,
también los que pitan (sobre todo los que pretenden ir más allá de la queja razonable o vincular las protestas a una sola corriente de opinión y voto)
tienen que dejar de ver a las Fallas como blanco perfecto; olvidarse, si lo han pensado, de que esta es la excusa perfecta para bombardear un evento maravilloso que es de todos. Pero la fiesta fallera, y el fallero, nunca puede permanecer al margen de lo que ocurra a su alrededor.